Comienzo el día con los ojos rojos y chinos, cual si me hubiera fumado un buen faso, gracias a mi adorada alergia, voy en busca de las gotitas y, obviamente, están perdidas, nadie en la casa las vio (señora/señor en mi casa las cosas tiene pies y ni bien pueden corren a esconderse en el quilombo de mi hogar). Me lavo los dientes y la cara. Emi escuchando Sabina y Serrat al mango, músicos exelentes, pero no para las once de la mañana de un sábado, no señor!. Continuo aclarándole a mi papastro que si va a seguir así por el resto de la semana yo me voy. Mamá, con una felicidad sólo explicable por el hecho de ser fin de semana, me jode para que prenda la computadora que quiere cantar Pimpinela y Valeria Lynch (sí señores, es triste pero cierto). Mi hermano encerrado en su cuarto, creo que le averguenzan los gritos familiares al son de Vuelve de Ricky Martin y de Vete de mi lado, de Comanche. Suena el celular, donde el copado de mi novio, con el cual había arreglado para verme hoy, me avisa que está en cama, con fiebre y mocos y no sé que otras cosas más. El telefontito a punto de darse por vencido y caer en la destrucción total, me informa que no reconoce el SIM, y aunque le hice veintemil electroshokcs no anduvo hasta después que lo haya necesitado (como todo). Charlo con Pitu y, como era de esperarse, nos vemos dentro de quién sabe cuántos días. 

Muertos de hambre nos pusimos a comer unos ricos panchos que a Emi se le había ocurrido comprar, mi hermano haciendose pasar por Tinelli, metiendose todeo el pancho en la boca y todos nosotros festejandole, porque el pibito nos puede (incluso a mi). El frio que no para, mi dolor de cintura,  el hecho de que tengo que bañarme e ir al teatro con mi abuela, quierer ver a mis amigas, el no poder ir a la Mueva porque no hubo quorum, Andrés que volvió, mis viejos, mi novio, mi hermano que no deja de pedirme la computadora y que me pinté las uñas para el orto no puedieron ni podrán sacarme esta alegría que tengo, sí señora, sí señor estoy de vacaciones de invierno!