Le asustan los ruidos y también la tranquilidad. Le gustan los mimos pero respira en soledad.
Se hace fuerte ahí, donde no lo vi, y se esconde siempre que hay maldad. Él vive escondido, conversando con su piedad.
Se queda en vilo para no tener que soñar y ahuyenta sus ganas, luego se las pone a buscar. Y se enreda ahí, donde sí lo vi y le encanta no poder robar. Se roba a sí mismo para poder contiunuar sin probar.
Sólo una vez pudo reirse de su contradicción y de volar como si fuera un pez que ahora camina cumpliendo una misión. Sólo una vez pudo aguantarse de querer existir, logró burlarse del sentido común y de las cosas que no saben morir.
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